A decir verdad, pensé que superaría este nomadismo del que sentí, había llegado el momento de ponerle fin y refugiarme en mi familia; y no es porque mi familia me incomode ni nada por el estilo, es que definitivamente me acostumbré a estar en la carretera, a conocer y a observar de frente las realidades de mi país.
Venezuela tiene muchos lugares bonitos, hay parajes inigualables con cualquier otra zona del planeta, el problema es la falta de inversión en muchos de ellos y consecuentemente cualquier tipo de actividad de desarrollo se ve menguada por la carencia de recursos.
Hoy amaneció San Cristóbal con una tenue neblina . Salí desde temprano en la mañana de mi casa para dirigirme a la población de Las Mesas, en el municipio Antonio Rómulo Costa.
Siempre me causó curiosidad tan peculiar nombre y además, desconocía el lugar y pensé que era el momento de descubrir lo que en realidad era dicho pueblo.
Para empezar, Las Mesas es un destino muy poco conocido, bastante solitario y extremadamente dependiente de Coloncito en lo que respecta a la economía. Como antecedí al principio del relato, me parece que pese a estar en pleno eje agropecuario del estado, en plena zona norte del Táchira, está muy desatendido en todos los aspectos. Aparte de la falta de inversión de los gobiernos locales, regionales y nacional, tampoco sus habitantes colaboran en la conservación del patrimonio público, sumiendo de este modo a Las Mesas en un letargo donde el ambiente rural, la falta de empleo y la ausencia de orden público, son el pan de cada día.
Las otroras tierras productivas de caña de azúcar ya no surten más a la Central Azucarera del Táchira - Cazta - y ello, según muchas personas de la localidad, es consecuencia de la nacionalización de las empresas que suministraban los implementos agrícolas, tal caso de Agroisleña, aparte de la falta de incentivos por parte del estado a los campesinos; de este modo, la economía de este municipio se limita a la ganadería en pequeña escala, rubro que trata de sobresalir en condiciones muy agobiantes dado que ahora la problemática pasa por la nacionalización de algunas fincas productoras, la crudeza de un invierno que amenaza con hacerse más fuerte en los próximos días, la falta de vías de comunicación eficientes y como no, lo más grave de todo, la alta inseguridad en esta zona, flagelo este último que pasa por la presencia de grupos irregulares provenientes de Colombia y al surgimiento de algunas bandas locales que organizadas se han dedicado a la extorsión, abigeato y al sicariato, todo bajo la sombra de la impunidad ante la anuencia de las autoridades castrenses encargadas de resguardar esta entidad.
Pese a esto, en Las Mesas la gente es optimista y hay mucha confianza en la venida de tiempos mejores.
Luego de almorzar en Las Mesas tomé carretera hacia Seboruco, otra vez ascendiendo por las montañas del Táchira; desde estos cerros se tienen panorámicas increíbles, sobre todo desde el sector conocido como San Diego.
Seboruco es otro pueblo andino con idiosincrasia muy arraigada, de gente trabajadora y muy responsable, caracterizada por la arrasadora fe que le tienen a la venerada Medarda Piñero, una suerte de santa local que en vida dio todo por los más necesitados y nunca se cansó de servir por el municipio, incluso cuando la situación económica del país era difícil por la dictadura, nunca faltaron las acciones humanitarias de doña Medarda.
Pensándolo bien, ese sentido de altruismo de Medarda Piñero quedó como legado de los hijos de Seboruco por la nobleza que les caracteriza.
La iglesia del pueblo es única en su estilo, cuenta con tres torres que si de día son llamativas, de noche no tienen igual.
La plaza Bolívar es todo para esta población, es centro comercial, parque infantil, zona de tertulia, en fin, el sitio que le da la vida a Seboruco. La estatua del Libertador se erige bajo la sombra de un inmenso samán y además cuenta con la serena vigía de la iglesia del pueblo. No se puede pasar por alto la fuente de Seboruco, también en la plaza Bolívar, la cual en conjunto con la plenitud de la plaza dan una imagen memorable de Seboruco.
El pueblo ha experimentado un crecimiento poblacional en años recientes, algo que ha contribuido a que la agricultura y el comercio se destaquen en los mejores índices de la región. Esa prosperidad de Seboruco es la que le ha abierto las puertas a sus productos en mercados locales, sobre todo con La Grita, destino de gran parte de los rubros que manan de estas tierras.
Sin duda que Seboruco me dejó una impresión gratísima; aquí decidí pasar la noche; bueno, ya a estas horas puedo decir que estoy más bien madrugando.
Aquí dejo algunas tomas de lo que fue el día de hoy.
Vista de Seboruco desde San Diego
Petroglífos en el sector de San Diego
Casa típica en la entrada a Seboruco vía Las Mesas
Seboruco desenfocada
Iglesia de Seboruco y parada de autobuses de La Grita
Santa Rosa de Lima
Entrada al cementerio de Seboruco, lugar de peregrinaje de quienes visitan a la sierva Medarda Piñero
Mausoleo de Medarda Piñero
Escena del parque recreacional La Granja Artesanal
Seboruco majestuosa
Escenas cotidianas en la plaza Bolívar
Mural alegórico a la fundación del pueblo
Calles de Seboruco, más adelante se encuentra la estación rupestre Los Yerros
Plaza de Toros de Seboruco
Petroglífos de Los Yerros
Empieza a caer la noche en el pueblo y me adelanto a admirar la iglesia
Altar de la iglesia
Simón Bolívar iluminado
La fuente de plata, las sirenas son únicas en Venezuela
Belleza excelsa