martes, 27 de abril de 2010

San Cristóbal, Táchira

Tuvo que pasar casi un mes para regresar a la Ciudad de la Cordialidad. Aunque para muchos ya haya dejado de ser la ciudad cordial, en mi criterio personal, San Cristóbal le lleva una ventaja enorme, en cuanto a la calidez de la gente, a las demás ciudades y pueblos, así sean andinos.
Encontré pocos cambios, pero todos muy positivos, ojalá todo sea para contribuir con el progreso de la capital tachirense.
El reencontrarse con la familia es siempre, como ya lo he dicho, lo más significativo de cualquier viaje. Así no haya nada que contarse, es gratificante y muy motivante ver a todos los miembros de la familia reunidos en la mesa del comedor. Tal vez para muchos es algo trivial, incluso banal, pero para mi es motivo de orgullo aún conservar a tres generaciones familiares en un mismo ámbito, sin problemas y en la mayor de la confianza.
Regresar también tiene su lado duro, saber que ya no perteneces a ese círculo íntimo sino que vienes solo ocasionalmente, duele siempre llevar presente que tienes que despegarte de todos en poco tiempo.
A la mente siempre vienen los recuerdos de la lejana infancia, y ante la cantidad de dificultades que ha implicado crecer, me cuestiono: ¿Para qué crecer? Los mejores momentos de la vida uno los pasa bajo el techo de los padres. Es válido sentir, no melancolía, sino un sentimiento de rezago cuando ves en retrospectiva que muchas cosas que normalmente no ves, las has dejado pasar sin hacer siquiera el más mínimo esfuerzo por recuperarlas.
Cuando de nuevo te encaras al presente, sabes que ya no hay marcha atrás, que queda aprender de todas tus vivencias y seguir adelante. La vida es cortísima, ocasionalmente te pasa en un solo pestañeo.
Grandes fueron esas palabras que mi mamá me achacaba tanto en la infancia: "Las oportunidades son calvas, debemos tomarlas por el único cabello que les queda"... Será???

domingo, 25 de abril de 2010

Santa Cruz de Mora, Mérida

Pueblo andino situado al oeste del estado Mérida, en la parte baja del valle del Mocotíes, con una temperatura promedio de 23 ° C. El poblado se encarama entre las laderas de la montaña y desciende con algo de pendiente hasta la margen izquierda del río Mocotíes y la quebrada Mejías.
El pueblo, de topografía bastante irregular, que sigue la inclinación natural de las montañas que lo rodean, consta de dos calles largas que corren paralelamente al Mocotíes, cruzadas por algunas transversales cortas, que bajan hacia el río. Por la parte baja se construyó una avenida desde la cual se divisa su espigada iglesia y algunas de sus casas, que dejó al poblado a un lado. Para entrar a Santa Cruz hay que desviarse de esta avenida a mano derecha.
La hermosa iglesia, de estilo tradicional, pintada de color crema con decoraciones en terracota, consta de tres naves bastante altas con techo a dos aguas. En su interior podemos apreciar los hermosos vitrales por donde se filtra la luz. Destaca su majestuosa torre con 4 relojes y campanarios rematada en una cúpula enorme. La torre se divisa desde varios kilómetros y es, sin duda alguna, el emblema de los pobladores santacrucences.
La plaza está bastante inclinada, pues la ciudad tiene mucho desnivel. Está muy bien cuidada, con hermosos jardines, caminerías y escalinatas. Lamentablemente, el estilo arquitectónico de algunas construcciones adyacentes a la iglesia, especialmente el edificio sencillo y liso de la alcadía, le quitan unidad al conjunto. La calle de abajo que corre en sentido contrario, presenta bellas casas de estilo colonial muy bien conservadas. Al lado del puente se encuentra una posada, en una casona de típica arquitectura andina. Un poco más adelante, podemos ver las viejas casas con muchas puertas altas y ventanas, orgullo de Santa Cruz. Estas casas son usadas hoy como pequeños comercios. En su época eran viviendas de gente importante y las numerosas puertas daban acceso a los depósitos del café.
La historia de Santa Cruz es la de un pueblo pequeño que pasó a convertirse en emporio cafetalero en una época de precios altos para este grano. Su población aumentó bastante a comienzos de siglo hasta llegar a un tope en los años 50, para sufrir luego un despoblamiento.
Actualmente Santa Cruz es cabecera municipal de Antonio Pinto Salinas.

Desde la carretera, una imagen única
Avenida de entrada a Santa Cruz de Mora
Un viejo puente en el casco antiguo de la ciudad
Una toma desde la parte de abajo del puente
Toma de la iglesia desde la Plaza Bolívar
La plaza Bolívar inclinada
En la Hacienda - Museo La Victoria
Detalle de la Hacienda La Victoria
Parte del interior de la Hacienda, no toda está abierta al público

martes, 20 de abril de 2010

Zea, Mérida

Zea, a 98 kilómetros de la Capital y a 12 de Tovar, se encuentra al margen derecho del río Escalante. El pueblo está unido por carretera con Tovar. Es una vía que se inicia en el sector El Corozo, va ascendiendo en forma sinuosa hasta la aldea de El Amparo y luego baja entre un bosque único. Allí podemos apreciar algunas especies maderables, como el pardillo, el guamo macho, el amarillón de frondas verde oscuro y el cucharo. Al final, en medio de un valle escondido, aparece Zea.
Es un típico pueblo de montaña, situado a 910 metros sobre el nivel del mar, favorecido con un clima bastante fresco.
Su hermosa iglesia, recién pintada de color marfil y crema, se eleva majestuosa entre el verdor profundo de las cabeceras del valle y el cerro La Llorona al fondo. Hacia los lados se abren algunas capillas en donde se alojan imágenes de santos, el Jesús de Nazareno y una Crucifixión, todas ellas sorprendentes por su gracia y majestuosidad. En particular un grupo de figuras llamada El Descendimiento de la Cruz esta muy bien realizado.
Zea siempre emana una aureola inconfundible de paz, tranquilidad y orden, en armonía con su entorno natural de carácter sereno, que cautiva fácilmente al visitante. Sus prados frescos por donde corre cantarina la quebrada Murmuquena, nos invitan al recogimiento espiritual y a la meditación.
Los días domingos bajan los campesinos de las aldeas vecinas, como San Simón, El Amparo, Páramo de Mariño, La Cuchilla y otras, realizar las compras y entonces el pueblo se anima con la presencia humana que recorre sus calles.
Su plaza Bolívar pulquérrima de cipreses oscuros y bien cuidados jardines huele siempre a hierba recién cortada. Está circundada por edificaciones de un piso con techo de tejas y ventanas de madera que armonizan muy bien con el casco del pueblo. Un pequeño hotel, la alcaldía y varios restaurantes se agrupan en torno a la plaza. Paseamos por sus calles, invariablemente tranquilas, para conocer mejor el pueblo. Sus calles rectas siguen el trazado de damero español. En una casa de altas paredes pudimos ver una placa que rezaba: “Aquí nació Alberto Adriani el 14 de Junio de 1898”.
Zea es la capital de un municipio del mismo nombre con parroquia Caño de Tigre, la cual se encuentra en la tierra llana del Lago de Maracaibo. En Caño de Tigre vimos pasar el majestuoso río Escalante que, desplazándose en su cauce profundo cubierto de bosques azulados, desemboca en dicho lago. Podemos adentrarnos en las pequeñas fincas de cítricos, de esta nueva parroquia, donde se cosechan las mandarinas más dulces de la región.
La población de Zea celebra fiestas patronales el 24 de Septiembre, en honor a Nuestra Señora de las Mercedes. Sin embargo, el motivo principal de atracción para los creyentes católicos, que vienen desde todos los rincones del país es, sin duda alguna, el Santo Niño de la Cuchilla: una pequeña imagen tallada en alabastro de apenas 15 cm. de longitud. La imagen está alojada en una capilla en la aldea La Cuchilla, dentro de un relicario de oro.
Para ir hasta la aldea La Cuchilla de Zea en vehículo, hay que tomar una vía que se inicia un poco más abajo del pueblo, después de dejar atrás las últimas casas, a mano derecha. Es una carretera estrecha, con calzada de cemento, la cual fue construida recientemente y que llega hasta la capilla del Niño. En el trayecto, de fuerte pendiente, se pasa por fincas de café y cambures en las laderas empinadas del cerro y se puede observar desde arriba un bonito panorama del pueblo. En los alrededores de la capilla hay ventas de recuerdos para los visitantes y algunos cafetines.
Saboreamos una sopa de gallina y pasteles, para reponer las energías perdidas antes de bajar. Desde La Cuchilla se vislumbran las fértiles llanuras lacustres y las montañas del estado Táchira.
El 31 de Diciembre de cada año, se efectúa la tradicional bajada de la imagen del Niño de La Cuchilla, en romería hasta la iglesia parroquial para su veneración. La imagen es paseada por las calles y los hogares de Zea en los primeros días del año hasta el 6 de Enero, cuando es subida de nuevo hasta su nicho.
Zea desde la carretera
Parte de la estación rupestre de San Isidro
La mejor vista de la Plaza Bolívar de Zea
El Libertador
La iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes
Parte del altar
Una de las calles del pueblo
Capilla y devotos del Niño de la Cuchilla
(No permiten tomar fotos adentro)

martes, 13 de abril de 2010

Tovar, Mérida

Tovar, también conocida como la Sultana del Mocotíes por su relación tan íntima con el río del mismo nombre, que la baña con sus aguas siempre cantarinas. Rodeada de por la naturaleza y en medio de montañas y valles secundarios de gran atractivo, Tovar es lugar de origen de hermosas mujeres, campesinos laboriosos, escritores y artistas de mucha imaginación. Se encuentra atravesada por la carretera Transandina, a 75 kilómetros al suroeste de Mérida.
Tovar es capital del municipio del mismo nombre. Su gente está siempre dedicada a la agricultura. La ciudad de Tovar, con 40.480 habitantes, es la cuarta ciudad del estado.
Para ir a Tovar desde Bailadores, se toma la vía transandina con destino a El Vigía y luego al llegar a la entrada de la autopista Rafael Caldera, después de cruzar el puente Chama 5, llegamos a la alcabala de La Victoria doblamos hacia la izquierda siguiendo una ruta un poco estrecha que se remonta por la margen izquierda del Mocotíes. Es una travesía de rectas y curvas a lo largo de la cual se observan fincas con potreros y sembradíos de cítricos. Continuando en la misma dirección, se pasa por la aldea de Villa Socorro, y después por la aldea de El Peñón, famosa por sus varias talabarterías en donde se exhiben sillas de montar de muy buen cuero, aperos y tupidas enjalmas. Aquí vale la pena detenerse para saborear el delicioso pan Tovareño. Después de 15 kilómetros de recorrido llegamos a Tovar.
A la entrada de la población hay una bifurcación: Si tomamos la vía de la derecha, entraremos a la parte vieja del pueblo. La otra vía más ancha nos llevará directamente hacia la parte nueva, a los pies de la Galera, en donde se encuentran el Gimnasio y el Mercado.
Al conducir hay que tener mucho cuidado en las esquinas, pues, las calles empinadas que suben del lado izquierdo, tienen prioridad en el paso. Tovar es un pueblo de montaña, de típico sabor andino, que a pesar de haber sufrido los embates de un mal planeamiento arquitectónico, aún conserva algunas casonas señoriales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que bien vale la pena conocer. Casas de dos pisos, con varias puertas y balcones, que evocan el pasado de bonanza cafetera. Algunas, como la Casa Musche que pertenecía a la familia Burguera, data de 1876 y está ubicada en la carrera 5ta con calle 7ma. Sus amplios corredores y patios internos, son muy acogedores.
La gente tovareña es alegre, abierta y locuaz, como corresponde a una urbe bulliciosa que fue un importante centro comercial en el pasado. En el mercado, durante los días sábado y domingo, convergen los campesinos de Guaraque, San Francisco, El Amparo y otras aldeas que traen sus productos frescos para ser vendidos. Son los frutos que se cultivan en los alrededores, como café, cacao, caña, hortalizas, cambures, fresas, moras, etc.
Por sus calles que suben y bajan, adaptándose a la topografía irregular de la ciudad, caminamos hacia la Plaza Bolívar, bastante sombreada por los árboles frondosos que crecen en sus jardines, que nos refrescan con su verdor. Es una plaza única en su estilo algo moderno por estar conformada por terrazas de distintos niveles. En una pared al fondo de una tarima se destaca una escultura en relieve con motivos indígenas del artista Arvelo Cedrón. En un sótano, debajo de la plaza, funciona una biblioteca pública.
La iglesia de Nuestra Señora de Regla, patrona de Tovar, se encuentra en el lado Oeste de la Plaza Bolívar.
Uno de los sitios más representativos de Tovar es, sin duda alguna, el cerro de La Galera, el cual ha sido declarado monumento natural. Es una meseta de forma extraña, situada en la parte Sur de la ciudad, separada de la Loma de la Virgen por el Mocotíes. La parte superior es completamente plana, similar a un Tepui de la Gran Sabana. En uno de sus vértices se levanta una estatua del Cristo Rey con los brazos abiertos y mirando hacia la ciudad que se extiende a sus pies.
El nombre de la Galera proviene de su forma de barco. Sobre el origen de esta formación montañosa se han tejido varias leyendas por los antiguos pobladores, algunas de carácter mágico religioso. Geológicamente, se formó por lo acción de los ríos Negro, Los Pinos y el Carrizal que arrastraron gran cantidad de material y al sedimentarse formaron una amplia meseta, pegada a la cordillera.
Hacia la parte alta de Tovar, en el sector El Llano, nos encontraremos la Plaza de Toros o Coliseo de Tovar. Es la única plaza de toros cubierta que existe en Venezuela. La razón para violar las normas, es que en Tovar casi siempre llueve torrencialmente durante los festejos de la Virgen de Regla en el mes de septiembre. Es un coso bastante moderno y revolucionario en su estilo, con un techo de estructura colgante, rematado en láminas de colores que filtran la luz natural, dándole un colorido artificial al ruedo. En este ruedo tovareño se realizan por todo lo alto dos corridas de casta durante el mes de Septiembre, cuando se celebran las fiestas y ferias de Tovar. En las 4 torres que rodean el coliseo se encuentran algunos espacios dedicados a la cultura como galerías de arte, salones para la danza, música y otras actividades. Tovar ha sido un pueblo de acendrada tradición taurina.
Tovar está encerrado entre montañas. Entrando al pueblo, a mano derecha, tenemos a la Loma de la Virgen: una montaña indefectiblemente verde, que forma parte de la cordillera sur oriental, que corre en sentido longitudinal al valle y lo separa de los pueblos del sur. En sus estribaciones se asientan aldeas y comunidades campesinas, diseminadas entre pequeños bosques y quebradas, las cuales nos hacen recordar un pesebre navideño. Hacia las cabeceras de la ciudad, se observa una serranía de color violeta profundo, con un turbante de nubes en sus cimas muy lejanas. Son las montañas que sirven de límites entre el Estado Táchira y Mérida, donde se encuentra el Parque Nacional “Juan Pablo Peñalosa”. Hacia el noroeste tenemos las suaves ondulaciones del cerro los Limones que trepan hacia la Cordillera de Tovar. Allí se encuentran algunas aldeas diseminadas a la sombra del Páramo de Mariño, con alturas de 2800 metros. Una región montañosa de gran belleza, sin duda alguna, por sus lagunas de ensueño y verdes laderas cultivadas de café, cambur, apio y otros rubros.
Tovar es una ciudad relativamente joven. El lugar que ocupa la población era conocido con el nombre de Muconoc.
En el mes de Septiembre se celebran las ferias de Tovar, que se inician con la Vuelta a Tovar en bicicleta, donde compiten los mejores ciclistas de todo el país. Durante las festividades de Nuestra Señora de Regla se pueden disfrutar las tradicionales carreras de carruchas, un deporte apasionante que reúne muchos aficionados en el valle del Mocotíes. Estos carritos de madera de fabricación casera, construidas por los mismo competidores, inician su recorrido por la parte de arriba de Bailadores y descienden por la Transandina hasta la Plaza Bolívar de Tovar alcanzando velocidades hasta de 90 Km./h. También se realiza la carrera de burros: un espectáculo muy gracioso y único en Venezuela. Los equinos con sus respectivos jinetes parten desde el sector de Sabaneta y atraviesan el poblado en medio de las risas, bromas y gritos de la muchedumbre que disfruta de esta singular carrera. Entre las coces y los rebuznos que se alargan hasta los cerros y la algarabía de la apretada multitud, van avanzando los borricos sudorosos hasta llegar a la Plaza Bolívar. Allí se premia al ganador con merecidos aplausos.
Tovar es un centro cultural de gran importancia dentro del estado Mérida. En la extensión cultural de la Universidad de los Andes, que tiene su sede al lado de la iglesia se forman pintores, grabadores y ceramistas. También cada dos años y en el mes de diciembre se celebra el Festival del Violín de Los Andes, el cual es un encuentro entre violinistas de la música clásica y popular. Cientos de violinistas de todas las regiones de occidente del país acuden a esta cita en los ambientes de la Plaza Bolívar, para ofrecer su música al aire libre. Orquestas de cámara junto a pequeños conjuntos campesinos comparten su música en un festival de 3 días, único en el país por sus características especiales, donde se funden las tradiciones populares de los músicos provenientes de remotas aldeas con la música clásica.
Una de las calles tovareñas
Los bomberos
Vista de la laguna Negra, formada por las aguas del Mocotíes
La iglesia
Una vista del pueblo
En la posada de tipo europeo conocida como Bailadores

viernes, 9 de abril de 2010

Bailadores, Mérida

Bailadores es una hermosa población del estado Mérida, situada a 1.774 metros de altitud. Se encuentra a 100 kilómetros al S.O. de Mérida, siguiendo la vía Transandina. Es un pueblo muy antiguo, que data de los inicios de la conquista.
Bailadores está rodeada de una naturaleza exuberante, verdes montañas con neblina, disfruta de un aire muy puro y una temperatura agradable. Es inmensa la cantidad de flores que se dan en esta región y lo mejor es que la mayoría de las casas son engalanadas con balcones que aparentan ser minijardines.
La llegada a Bailadores la realizamos desde La Grita, atravesando el páramo que une al Táchira y a Mérida. La carretera es amplia y está en muy buenas condiciones, entrando incluso hasta la vía principal del pueblo.
La iglesia es de gran tamaño, con muchos detalles góticos y se divisa desde todos los ángulos del pueblo. En las paredes laterales tenemos vitrales de colores con imágenes de santos que recuerdan los de la iglesia El Santuario, en San Cristóbal. El altar de madera contiene una imagen de la Virgen de La Candelaria, patrona del pueblo.
La Plaza Bolívar está rodeada jardines de lirios y rosas rojas, entre los cipreses oscuros, que purifican el aire con su frescura. En el centro de la plaza destaca la estatua pedestre del Libertador con una placa conmemorativa de los cien años de la visita de Bolívar a Bailadores, durante la Campaña Admirable en 1813. En una de las esquinas de la plaza está la Alcaldía, la cual está siendo reconstruida actualmente.
La Biblioteca Bolivariana ocupa otra de las esquinas, la historia dice que antiguamente en esta casa pernoctó Bolívar. La biblioteca es una construcción de dos pisos y la mayor parte de los tomos están dedicados a la historia de la región.
Otro lugar muy concurrido es el Parque La Cascada, situado al pie de la montaña. Para ir allí tomamos una vía que parte de la avenida principal del pueblo en dirección este. Después de recorrer unos tres kilómetros, llegamos a un estacionamiento y enfrente se encuentra la entrada del parque, situado en las estribaciones de la montaña. Caminando dentro del parque, siguiendo veredas que serpentean entre las rocas, se llega a la Cascada de la india Carú, donde el agua que se desliza por una roca muy alta, cae en un pozo de aguas espumosas.
La economía del pueblo se basa en la agricultura y la ganadería, destacándose rubros como las zanahorias, remolachas, ajo, repollo y fresas. Aparte de esto, tiene una producción de leche muy importante que satisface los requerimientos de la región.
Como referencia, Bailadores toma su nombre de una tribu de indios muy fieros, llamados los bailadores, por estar moviéndose de un lado a otro sin descanso, mientras peleaban.
También debo decir que Bailadores es rica en artesanos que tallan madera. De las hábiles manos de estos artistas surgen santos, pájaros, flores y toda clase de figuras de mucha imaginación y colorido.
Una de las lagunas glaciares en la vía Táchira - Mérida
Vista de la carretera
Bolívar y la iglesia de Bailadores
Un detalle del campanario
El altar
Vista de la plaza Bolívar desde la iglesia
La iglesia desde la vía que conduce al museo de Bailadores
Facetas del Museo 1
Facetas del Museo 2
Facetas del Museo 3
Facetas del Museo 4
Facetas del Museo 5
Facetas del Museo 6
Facetas del Museo 7
La iglesia de noche
Por las caminerías del parque India Carú
Llegando a la Cascada en honor a la india
La mejor toma de la cascada

viernes, 2 de abril de 2010

San Cristóbal, Táchira

De regreso a la cotidianidad en la ciudad de la cordialidad, es bonito observar que, a pesar del tiempo, existen tradiciones seculares que no mueren nunca.
La Semana Santa en Venezuela es, aparte de la rumba y la diversión, es tiempo de recogimiento y pesar, de absoluta redimisión y expiación de culpas, y el Táchira no es la excepción.
Ayer viernes tuve la posibilidad de, una vez más, visitar los siete templos de la ciudad capital; una romería que se hace en familia, con discreción y en absoluta comunión con la fe católica; más allá de la devoción de los fieles y de lo bonito de la tradición, me llama la atención el poquísimo respeto e interés que tienen otros credos y religiones con respecto a nuestro culto.
Algo que no entiendo es, si ellos siempre han sido perseguidos o criminalizados, incluso han sido satanizados por tener pensamientos distintos al común, ¿por qué no son capaces de respetar nuestra ideología? ¿Cómo es posible que las sectas evangélicas pretendan menoscabar nuestra fe repartiendo volantes de invitación a sus ritos, que cobren una especie de peaje por utilizar el frente de sus congregaciones durante las procesiones?
Confieso que no soy el fiel exponente del catolicismo, ni mucho menos, pero hay que respetar para ser respetados.
Otra cosa, a modo de crítica, es que en dos años consecutivos, no he visto que las iglesias ornen sus recintos, no he visto a los sacerdotes haciendo las confesiones, ni siquiera una misa. Rescato notablemente la procesión de la iglesia El Santuario, el recato de la Ermita y la masificación de la fe por parte de la Catedral.
Lamentable fue también la posición de las autoridades eclesiásticas de la Coromoto y del Ángel. ¿Cómo pueden tener los templos cerrados un viernes santo? Al menos El Carmen y la Unidad Vecinal tuvieron la cortesía, pero en las dos del Barrio Obrero, ni siquiera colocaron una nota por remodelación o algún justificativo acerca del cierre de las iglesias.
Pero muy a pesar de todo, excelente el civismo en una actividad tan congregada. Ojalá que a pesar de todas las trabas y problemas, la tradición no muera...

jueves, 1 de abril de 2010

Guaraque, Mérida

Guaraque se halla a 1065 metros sobre el nivel del mar, a 128 kilómetros de Mérida. Es un pueblo de agricultores que trabajan la tierra con dedicación, para sacar sus frutos con bastante sacrificio debido a las irregularidades topográficas de la región y al aislamiento en que se encuentran sus aldeas. Sin embargo ellos trasladan sus productos a los mercados de Mérida y Tovar con vehículos de doble tracción.
Guaraque es la capital de un Municipio del mismo nombre, y este pueblo está conformado por algunas casas tradicionales que se ordenan en dos calles longitudinales algo retorcidas, cortadas por algunas transversales. La calle principal baja desde la iglesia hasta la salida del pueblo hacia Río Negro, en donde se encuentra la capilla de El Calvario.
La iglesia de Guaraque presenta una fachada típica de los pueblos merideños, el altar, alberga una imagen de la virgen de Santa Bárbara dentro de un nicho, la cual es la patrona del pueblo.
Salimos a caminar por su calle principal muy abigarrada de parroquianos en la mañana, que se paran en sus puertas a conversar con sus vecinos. La gente nos mira como forasteros, pues nos delatamos fácilmente al andar hablando muy fuerte y mirando a todos lados con curiosidad. Subimos a la plazoleta de El Calvario, lugar de reunión del pueblo, donde la gente sale a tomar el sol de la mañana para desentumecer las piernas del frío.
Desde esta terraza que domina el valle, contemplamos los hermosos paisajes que rodean al pueblo de verde montaña, cubierto en la parte alta por la densa niebla que retrocede a medida que avanza el día.
No se conoce mucho acerca de la fundación del poblado. Se sabe que durante la colonia sus tierras fueron explotadas por campesinos en pequeños centros de producción, éstos eran los llamados resguardos indígenas, en donde se cultivaba muy bien la papa, las arvejas, el trigo, siguiendo los métodos tradicionales de las herramientas manuales.
Cerca de Guaraque se encuentra la cueva más grande los Andes Venezolanos, llamada la Cueva de Benito. Posee bellos salones en donde se encuentran estalactitas. Por su interior corre un río que viene de una cascada. La gruta no ha sido explorada en su totalidad y no se conoce su longitud.

Entrando al pueblo

Toma de iglesia y plaza de Guaraque

Santa Bárbara, patrona del municipio

Vistas desde El Calvario

Cataratas vía a El Calvario

Otra vista desde El Calvario