Como es normal en estas tierras del sur del Lago de Maracaibo, el día comenzó con un sol radiante y un calor soberano.
Tras dos días de estadía, al menos para dormir, en La Fría, sería natural que me hubiera adaptado ya a las condiciones del clima pero así no ha sido, sin dudas que el verano entró con fuerza a estas tierras.
Conociendo de antemano, gracias a la información suministrada en la alcaldía del municipio García de Hevia, que me esperaba un largo trayecto y condiciones muy adversas en carretera, decidí salir temprano de esta ciudad, a eso de las siete de la mañana, con destino a Boca del Grita, pueblo y puerto fronterizo del Táchira con el Norte de Santander en la república de Colombia.
La primera parte del trayecto fue muy monótono, en una carretera donde no divisé ni una sola casa o finca, tan solo la inmensidad de estas tierras llanas y el horizonte azul y verde del Sol y la vegetación; así fue hasta que llegué a Tres Islas.
Me fue grato conocer esta aldea, para mi Tres Islas es un modelo de autogestión porque a pesar de que se encuentra aislada de la cabecera del municipio, cuenta con una escuela muy bien dotada, una capilla sencilla pero en perfectas condiciones y tal vez lo más importante, plena de servicios públicos. Tengo entendido que la comunidad de esta aldea es netamente ganadera y por ello no se me dificulta creer que en base a su trabajo y tezón hayan conseguido vivir en tal vez las mejores condiciones de García de Hevia.
Dejando a Tres Islas nuevamente la reina es la soledad, la carretera empieza a tener muchos baches pero sigue siendo transitable por cualquier tipo de vehículo. A pesar de todo, me dio por ser optimista y pensé que lo mejor de esto eran los paisajes, no muy conocidos por los tachirenses, y vinieron a mi recuerdos de mi estadía en los llanos.
Aparte de los pastizales, el maíz, la mandioca y el plátano son los rubros que más se explotan en la zona. Luego de más de 45 minutos de camino fue que escuché el ruido de las aves y divisé una gran cantidad de garzas lo que sin duda era sinónimo de la presencia de un río cercano, por fin apareció el río Grita, en este tramo es poco caudaloso e incluso hay tramos en los que aparece cercado; al parecer, algunas personas son dueñas del río también.
El ganado que vi fue muy escaso, pienso que se pudo deber a las altas temperaturas de la zona.
Desgraciadamente para mi, empecé a sentir la ausencia de mi casa, extraño a mi esposa, a mi familia y me invadió por momentos una nostalgia tremenda porque aunque esté aquí por trabajo, siento que estar lejos de ellos es en cierto modo abandono, por eso detesto las carreteras poco transitables, porque frecuentemente me traen melancolía y cuando ese sentimiento entra en la mente y en el corazón, es difícil concentrarse en los quehaceres.
Por primera vez reconozco que extraño a mi esposa Adriana, realmente añoro su presencia; solo me reconfortan sus mensajes y saber que está bien con su familia en Caracas.
En medio de ese mar de recuerdos llegué a Kilómetro 15, otra aldea más donde después de una hora de viaje pude volver a ver gente. Kilómetro 15 es un caserío al que se le dio el status de aldea con el propósito de incentivar su rápido poblamiento, empresa que hasta ahora ha sido infructuosa. Lo más destacable de la localidad es una bodega que depende del suministro comercial entre Puerto Santander (Colombia) y Boca del Grita, lo malo es que este establecimiento es poco surtido por lo mismo, por la poca afluencia de personas.
Desde aquí hasta Boca del Grita otra vez la inmensidad de estas llanuras y la vacuidad de la carretera son la constante, la diferencia es que esta última ahora sí está en malas condiciones.
La vía discurre siguiendo el curso del Grita, es solo a escasos kilómetros de la entrada al pueblo cuando se transforma en una línea recta.
Boca del Grita, que podría decir de este pueblo... Para mi, le falta muchísima inversión. Allí hay familias que viven como en tiempos de la Colonia, en chozas, el denominado puerto está muy mal estructurado y poco desarrollado. Estando allá me di cuenta que el contrabando y el tráfico de personas es algo legal, por así decirlo, ya que ocurre ante la anuencia de la Guardia Nacional, pero nadie hace nada.
Hay lugares del pueblo donde un simple paseo es perturbador, ni siquiera la zona comercial tiene condiciones mínimas de habitabilidad. Hay una carencia total de los servicios sanitarios.
Nunca había visitado a Boca del Grita, pero pienso que si realmente se quiere diversificar los puestos comerciales en ambos países, a estos pequeños puertos se les debe brindar especial atención.
Según los pobladores, del lado colombiano, o sea, en Puerto Santander, todo es mejor; la verdad, no quise viajar porque a mi me interesa solo mi país y no contrastar con la realidad de los demás.
Al caer la tarde regresé al hotel en La Fría, van tres días y aún no me acostumbro a esta ciudad. Esperemos que mañana sea un día mejor.
Saliendo de La Fría hacia el oeste
Carretera solitaria
Pastizales en la salida de La Fría
Carretera solitaria nuevamente
Carretera solitaria, a escasos kilómetros aparece Tres Islas
Casita de bienvenida a Tres Islas
Comunidad de Tres Islas
Tres Islas
Tres Islas
Capilla de la aldea
Saliendo de Tres Islas
Saliendo de Tres Islas
De nuevo, la soledad
Llegando al sector de Puerto Guamas
Llanos y más llanos del noroccidente tachirense
Bodega de Puerto Guamas
Carretera y río Grita
El Grita a su paso por Puerto Guamas
Increíblemente, viajé dos horas y no vi a una sola persona transitando esta carretera
Carretera del Kilómetro 15
Al fondo, bodega y hacienda de Kilómetro 15
Y la carretera se hizo de un solo carril
El Grita llegando a Boca del Grita
Entrando a Boca del Grita
Boca del Grita
Barrio de Los Coteros en Boca del Grita
Viviendas del pueblo
Zona comercial de Boca del Grita
Plaza Bolívar del puerto del norte tachirense
Vista del Puente Unión
Puente Unión, límites de Venezuela y Colombia
Boca del Grita