Según las leyendas locales, estas tierras sólo pudieron ser arrebatadas a los aborígenes por la misma naturaleza; sin embargo, la Acequias actual es un pueblo que no dista mucho de las antiguas tradiciones, parece sacado de un libro de historia y sus pobladores seres mitológicos perdidos ya en los recuerdos de las nuevas generaciones.
De clima frío y seco, desde la parte alta de este pueblo se pueden divisar las cumbres andinas; es muy fácil identificar a los picos Bolívar y Humboldt. En el punto carretero más alto en esta vía, es posible incluso distinguir la zigzagueante carretera transitada y el camino a tranistar para llegar a Ejido y Las Gonzáles.
La principal actividad esconómica de Acequias es, como en la mayoría de los pueblos andinos en los que he trabajado, el agro; con la diferencia que aquí existe una cultura de conservación y perfecto mantenimiento y hestión de las tierras que hace destacar a esta colectividad de las demás.
El pueblo se desarrolla en torno a la iglesia en honor a San Pedro y es esta la estructura más alta de toda la población. Otra cosa que hay que destacar es el sistema de distribución de las aguas en el pueblo, este nos remite a la cercana Laguna Perdida, fuente hídrica nutrida por un sinnúmero de pequeños riachuelos y afluentes y cuyos canales naturales de irrigación drenan y surten a casi todas las casas del sector.
El pueblo cuenta también con cómodas instalaciones para el descanso y reposo en las que es posible degustar de una típica comida andina. Mención aparte merece la calidez de la gente que habita estos lares y, para cerrar con broche de oro, existe también una pequeña instalación que se dedica a la conservación del acervo histórico de los pueblos montañeros de Mérida, es el subvaluado Museo de los Objetos Antiguos y es una institución seria y que es directamente administrada por la Corporación Merideña de Turismo, en este museo se atesoran invaluables objetos que formaron parte de la cotidianeidad de estas tierras, en su interior también existe un minucioso registro del archivo del pueblo y una pequeña colección de piezas de oro aborígenes. De acotar que, está prohibido tomar fotografías porque las luces que emiten las cámaras pueden dañar las sensibles muestras allí almacenadas.