La última vez que estuve aquí fue en enero, aunque solo estuve de paso; la última visita real que hice a esta localidad tachirense fue hace ya cinco años; en ese entonces estaba comenzando mi carrera universitaria y en compañía de un amigo estuvimos cubriendo una garantía con una computadora.
Todas las veces que he ido para Santa Ana han sido plagadas por mi total falta de detalle, siempre ha sido cubriendo alguna eventualidad y nunca como turista. Únicamente en mi infancia tuve algún pasaje por estas tierras cafeteras y recuerdo que el comercio de panela y café era constante; eso es cosa del pasado.
La Santa Ana de hoy es distinta. Aún existen algunas fábricas de panela o papelón, como lo quieran llamar de acuerdo a la zona geográfica en la que se encuentren, pero su producción es poca. Los cafetales ya no se observan dentro del mismo pueblo sino que fueron desplazados hacia las aldeas. Sin dudas que el pueblo crece con miras hacia el urbanismo para configurarse como otra de las ciudades satélites de San Cristóbal.
Llegar a santa Ana implica desplzarse hasta El Corozo que, tal como lo manifesté en la ocasión anterior, es un sitio plagado de bares y restaurantes de carretera que otrora fueron centro de atracción por los balnearios que rodean esta localidad, pero esto también cosa del pasado. Los ríos ya no son aptos para el disfrute por la contaminación de sus aguas.
Es desconcertante la contaminación del río Quinimarí a la altura de El Tambo; de este sitio turístico sólo queda el puente colgante que comunicaba con el resturante, el cual ya no funciona más y está a punto de caerse.
Una vez llegué a Santa Ana, sí me detallé que lo que no cambia es su mercado y el fervor religioso de sus habitantes puesto en manifiesto en una de las mejores iglesias del país en cuanto a ornamentación.
Las casas de antaño se mantienen en pie y algunas están siendo objeto de una fuerte remodelación con miras a atraer a los turistas en su casco histórico, una de las muestras más resaltantes en la Casa de los Escalante la cual en mejores tiempos fue cuna de un emporio cafetero de la zona sur del Táchira y que hoy funge con estandarte patrimonial de la localidad.
La plaza Bolívar de Santa Ana es uno de los pocos sitios de esparcimiento del pueblo, y como tal, alrededor de ella transcurre toda la vida de Santa Ana. Como detalle, no me había detallado que Santa Ana es una de las pocas localidades que cuenta con una plaza Miranda, la cual además de ser un merecido homenaje al prócer de nuestra independencia, es también la terminal terrestre del municipio Córdoba.
Personalmente, me gusta la gestión que lleva a cabo la alcaldesa de Córdoba. Es de los pocos lugares donde casi no hay baches ni huecos. El ornato y la limpieza dentro de la localidad es palpable desde cualquier lugar y el tráfico fluye con perfecto orden.
Y como plus de Santa Ana, debo agregar que cuenta con uno de los mejores estadios de fútbol de la región, sede de los enfrentamientos del Atlético Córdoba de la tercera división venezolana.
Sin duda que a pesar del descuido en los accesos a Santa Ana, es de los pocos lugares de Venezuela donde lo ecológico predomina y resalta, y si no fuera por la pujante expansión de San Cristóbal, este sería uno de los sitios más verdes del país.
Paisaje de la vía El Corozo - Santa Ana
Entrada al municipio Córdoba
Puente sobre el río Quinimarí
Cruz de la Misión de Santa Ana, en plena entrada al pueblo
Visos de lluvia y el color de sus casas
La iglesia bajo la lluvia
El ángel de la guarda, primero que veo en Venezuela
Altar mayor de la iglesia
Plaza Bolívar de Santa Ana luego del aguacero
Antiguo restaurant hoy abandonado
Casa de los Escalante
El mejor regalo antes de regresar a mi casa, la iglesia bajo el Sol