martes, 20 de julio de 2010

San Silvestre, Barinas

Antes de describir mi periplo por estas tierras barinesas, debo hacer referencia al fin de semana tan excelso que pasé en mi querida ciudad de San Cristóbal.
Esta vez quiero dejar claro que no fue bueno solamente el hecho de reencontrarme con mi familia, fue gratísimo saber que a pesar de mi indiferencia y mi poquísima constancia hacia los compromisos, hoy me siento feliz de anunciar la alegría que me embarga por saber que hay alguien que siempre ha esperado por mi, dos personas muy queridas, muy tiernas y que con cada acto en sus vidas me hacen sentir grande y que me llenan de esperanzas a un futuro mejor.
No cambio por nada del mundo la sonrisa de Karla fernández, su mirada, sus anhelos, sus ilusiones y ese empeño que ella pone por impregnarme de sus ilusiones e incluirme en su vida sin importar mi distancia y las largas ausencias a las que la someto. Esa emoción es indescriptible en cada uno de nuestros reencuentros y confieso que es un sueño verla desempeñar ese rol de madre, tan juiciosa, tan íntegra y entregada como protagonista en la formación de una nueva vida y muy seguramente, gestora de un hombre ejemplar, hablo de nuestro hijo Ariel Benyamín; he aquí mi segunda ilusión.
Ariel atrae hacia mi los mejores deseos y hace que fluyan mis mejores intenciones, ambiciones, sentimientos y metas, pero sin duda que lo que más me agrada de él es su mirada... Tan igual a la de Karla; sus gestos y pequeños detalles son eglogas y herencia perfecta de su bella madre y cuando nos quiere manifestar que nos necesita, que está satisfecho con nuestra labor, más que todo de Karla y sobre todo, cuando nos enseña esa sonrisa que es indicio de felicidad, se me hace un sentimiento tan incomparable como intransferible.
Definitivamente el amor es un sentimiento tan grande y tan noble que es capaz de vencer el más duro corazón. Ellos dos lograron, o mejor dicho, siempre logran que entregue de mi todo, que haga lo imposible y que resuelva lo indescifrable.
Ahora bien, entrando en materia para lo que se refiere este blog, paso a describir nuestra travesía hasta San Silvestre.
Luego de llegar a San Juan de Canaguá por la vía al Llano, nos dirigimos hacia la capital estadal, Barinas. El panorama es avasallador, increiblemente debo precisar que en estos parajes no hay nada, la soledad es casi total y evidentemente el tránsito es nulo.
El calor es otro motivo de frustración ya que en gran parte del territorio nacional está lloviendo y justo aquí, no. Lo peor de todo es que no hay ríos ni lagunas ni fuente hídrica alguna que permita abastecerse de agua. Así fue nuestro recorrido hasta el pueblo de Santa Lucía.
Una vez ahí, me llama mucho la atención que se le conozca como el rincón más bolivariano de Venezuela ya que sus habitantes son 100% afectos al regimen de Hugo Chávez y esto les hace ganar favores por parte de nuestra estadal petrolera, PDVSA.
Luego de surtirnos de combustible y agua, seguimos por el camino hacia Santa Inés. La carretera es igual de monótona pero, como dato curioso, el curso de la misma no viene dado por la topografía del paisaje sino por las tuberías del gasoducto, esta singularida, además del calor de la zona, son las que hacen que esta carretera sea para mi una de las más escabrosas por las que he transitado.
La verdad, santa Inés no fue más que un comentario en esta nota. No ofrece nada y es tan pequeño el pueblo que de no ser porque le brinda refugio a los obreros de PDVSA y por su planta alfarera, pasaría totalmente desapercibida.
Desde ahí seguimos hasta San Silvestre, pequeño pueblo a orillas del río Santo Domingo, y notamos la gran diferencia entre esta y las otras zonas que visitamos. Aquí ya empiezan nuevamente los vestigios de la civilización. Nos instalamos aquí porque total, el día ya había sido un completo fracaso.
Este pueblo tiene un incipiente movimiento comercial y por ser un sitio de paso, no cuenta con las instalaciones para atender a los visitantes que deciden pernoctar en estas tierras. El sitio de hospedaje es propiedad del señor David Navacerrada, propietario de este hato y de las pocas personas que permitió el control y registro de sus animales.
Hasta aquí, debo decir que Barinas es una tierra de contrastes, sobre todo sociales, es muy rural, pero entre estos ambientes se nota muy marcada la diferencia entre los que gozan de ciertos privilegios económicos y los que carecen de todo. Sin duda que la tierra del presidente es una muestra de que el socialismo en este bello país no es más que una triste utopía.

Amanecer en San Juan de Canaguá
Detalle de la carretera hacia Santa Lucía
Santa Inés de Barinas
Carretera hacia San Silvestre
El gasoducto que marca el derrotero de la carretera
Instalaciones petroleras entrando a San Silvestre
Bomba de extracción del petroleo a escasos kilómetros de San Silvestre
Entrada al pueblo cruzando el puente sobre el Santo Domingo
Samanes de San Silvestre
Hato Viejo, instalaciones del sr. David Navacerrada
Ocaso en el río Santo Domingo