viernes, 2 de abril de 2010

San Cristóbal, Táchira

De regreso a la cotidianidad en la ciudad de la cordialidad, es bonito observar que, a pesar del tiempo, existen tradiciones seculares que no mueren nunca.
La Semana Santa en Venezuela es, aparte de la rumba y la diversión, es tiempo de recogimiento y pesar, de absoluta redimisión y expiación de culpas, y el Táchira no es la excepción.
Ayer viernes tuve la posibilidad de, una vez más, visitar los siete templos de la ciudad capital; una romería que se hace en familia, con discreción y en absoluta comunión con la fe católica; más allá de la devoción de los fieles y de lo bonito de la tradición, me llama la atención el poquísimo respeto e interés que tienen otros credos y religiones con respecto a nuestro culto.
Algo que no entiendo es, si ellos siempre han sido perseguidos o criminalizados, incluso han sido satanizados por tener pensamientos distintos al común, ¿por qué no son capaces de respetar nuestra ideología? ¿Cómo es posible que las sectas evangélicas pretendan menoscabar nuestra fe repartiendo volantes de invitación a sus ritos, que cobren una especie de peaje por utilizar el frente de sus congregaciones durante las procesiones?
Confieso que no soy el fiel exponente del catolicismo, ni mucho menos, pero hay que respetar para ser respetados.
Otra cosa, a modo de crítica, es que en dos años consecutivos, no he visto que las iglesias ornen sus recintos, no he visto a los sacerdotes haciendo las confesiones, ni siquiera una misa. Rescato notablemente la procesión de la iglesia El Santuario, el recato de la Ermita y la masificación de la fe por parte de la Catedral.
Lamentable fue también la posición de las autoridades eclesiásticas de la Coromoto y del Ángel. ¿Cómo pueden tener los templos cerrados un viernes santo? Al menos El Carmen y la Unidad Vecinal tuvieron la cortesía, pero en las dos del Barrio Obrero, ni siquiera colocaron una nota por remodelación o algún justificativo acerca del cierre de las iglesias.
Pero muy a pesar de todo, excelente el civismo en una actividad tan congregada. Ojalá que a pesar de todas las trabas y problemas, la tradición no muera...