martes, 5 de julio de 2011

San Cristóbal, Táchira

Desde el pasado mes de abril no tomaba nota de nada aquí, en mi bitácora, y no era precisamente porque hubiera perdido el ánimo de escribir, todo lo contrario; lo que pasa es que en este blog trato de exponer las cosas y lugares de mi país sin disfrazar la realidad y últimamente rayaría en lo mediocre si llegara a mostrar imágenes o a describir situaciones grotescas y de calamidad nacional por la inacabable temporada de lluvias que azota mi país.
Es curioso, meses atrás hablábamos de la sequía y de lo fuerte que había sido en algunos estados del país; hoy hablo de lo contrario.
Al redactar estas líneas cambio de parecer en mi idea original, venía con la intención de escribir de otras cosas y sin embargo aquí, esta noche del 5 de julio, me doy cuenta que la culpa de los males que azotan a mi querida Venezuela no es de ningún fenómeno climático ni nada por el estilo. La culpa de todo es de nuestra improvisación. Así, crudamente como lo expongo, siento que todos y cada uno de los habitantes de esta tierra de gracia es responsable en mayor o menor grado de los daños que hacemos a nuestro entorno y evidentemente es ahora cuando pagamos todo nuestro accionar.
Estos meses recientes han sido traumáticos y deprimentes para todos los estados de Venezuela y en todos los ámbitos. Tenemos las carreteras destrozadas por derrumbes, no se en otros lugares en este tópico, hablaré de mi entidad, el Táchira, pero aquí parece que los esfuerzos se van por el caño en materia de vialidad. El Táchira tuvo la desdicha de tener capitales municipales incomunicadas y algunos sectores desaparecieron cual castillos de naipes, casos citables El Cobre, Delicias y La Grita, pueblos grandes que se quedaron varios días sin modo de comunicación salvo la vía aérea; y desaparecidos, Santa Anita y localidades de Zorca que hoy ya no existen más. 
Lo malo de todo esto es que nadie brinda soluciones y respuestas al cada vez más creciente número de damnificados. Oficialismo y oposición pugnan por asumir responsabilidades y desestimar los esfuerzos de los demás, demagogia pura, y mientras tanto mujeres y hombres que aún creen en promesas esperan noches y días enteros, a la intemperie, esperando una voz de aliento y una respuesta satisfactoria. 
Mucho se habla de la carencia de recursos por parte de los opositores al sistema de gobierno nacional, de la ausencia de maquinarias y material humano capacitado para resolver la contingencia; del otro lado se cuenta con los recursos, pero se adolece de voluntad; por eso nadie trabaja, cualquier iniciativa muere y si prospera, no dura mucho tampoco, de esto si hablo a criterio nacional, porque esto lo he vivido en la mayoría de lugares del país que he visitado. Aquí no hay planificación ni planes de contingencia para asumir semejante tragedia.
Irónico que un país tan pero tan inmensamente rico como Venezuela tenga gente tan pobre, explíquese pobre no por la ausencia de recursos y bienes, pobre de mente y creatividad, somos tercermundistas porque tenemos mentalidad marginal y por ello no tenemos voluntad. 
Poco a poco cesa el inivierno y entra el verano otra vez, como venezolano que soy me doy cuenta que lo único por hacer es ponerle manos a la obra y con mucho esfuerzo y dedicación reconstruir y recuperar todo lo perdido con o sin la ayuda de los electos para supuestamente representarnos y gestionar recursos en pro de la productividad y progreso nacional.
Relanzo el blog en esta nueva etapa. Otra vez pondré lo mejor de mi para que se conozca en el mundo lo que realmente es mi país.