viernes, 28 de mayo de 2010

La Trampa, Mérida

Hoy amanecí con ciertos malestares físicos producto del trajín de esta semana, pero esto no es motivo para estar feliz y cómodo por el trabajo. A medida que se avanza por las aldeas del estado Mérida, me doy cuenta que el trabajo por hacer es inmenso y cada vez son menores los auxilios económicos que se les brindan a las personas que se encargan de producir estas tierras. Estar aquí le perimte a uno, no solo conocer las virtudes, también las carencias y lamentablemente queda la resignación de ser testigo mudo del por qué la gente del campo emigra a las ciudades; lo que no saben es que aquí, aunque sin recursos, se tiene todo... Desde la libertad de mirar un amanecer, hasta el más absoluto silencio del mediodía.
A pesar de que me centré en mi trabajo, sinceramente fue un placer disfrutar de las bellezas de este pueblo andino, muy merideño, aunque no tuve nunca las referencias de parte de una entrañable amiga de San Cristóbal (Gabriela Serrano), quisiera creer en algunos de los motivos por los que a ella le gustaría conocer este pueblo, en una frase sencilla, por huir de la gente. Cómico puede ser, pero es así. Esa misma sensación la tuve yo apenas llegué allá.
No hay mucho que contar sobre el pueblo, pero eso sí, dispone de casi todos los servicios (con la excepción de la TV por cable, pero allá, quién la puede necesitar). Hay muchísimas actividades que uno quisiera hacer, pues aquí todas las perspectivas de diversión parecen tomar lugar.
Para que se hagan una idea, aquí les dejo algunas imágenes, unas mías, otras de un amigo que nos sirvió de guía, el Sr. Edwin Mora; a Gaby y a Edwin están dedicadas estas líneas.
Subiendo hacia La Trampa
Estas montañas, nos las envidian todos XD
El pueblo desde la lejanía
Recorriendo las calles del pueblo
Hacienda de la Familia Gelvez, primera estación de trabajo
Esta es la calle principal del pueblo
Hacienda de los Ramírez, cuarta estación de trabajo
Yendo hacia la Laguna La Pantanosa y con el atardecer llega el frío
El riachuelo que nutre a la laguna, según se dice, tiene poderes medicinales; lo que sí puedo decir es que la laguna es de aguas frías y el río de agua caliente.
Vista de las últimas casas de La Trampa, desde la laguna
Como dirían los argentinos, esta si me quedó grossa
La laguna a las 7 PM
Comienzo de otro día de trabajo y el pueblo helado
Las diferencias arquitectónicas que no esperaba ver en Mérida; a la izquierda, con paredes de barro, la casa de la familia Iao, a la derecha, hecha de ladrillo, casa de la familia Nocobe
Comparen los volúmenes y los tejados
Vista de una placita, preferí esta a la plaza Bolívar
Ya de paseo, esta es la iglesia. Sencilla, pero tiene su mística
Este es uno de los sectores populares de La Trampa, está cerca del mercado
Les presento el anochecer en las montañas

jueves, 20 de mayo de 2010

Chiguará, Mérida

Chiguará es un pequeño pueblo bastante cálido rodeado de un paisaje montañoso único, con las laderas de los cerros muy erosionadas por los continuos deslaves y con un suelo muy pobre, rico en arcillas y rocas color rojizo que se desprenden con mucha facilidad de los taludes del camino.
Según los pobladores, esta tierra fue cuna de guerreros bravos, pero hoy día es un pueblo de vocación agrícola.
Siguiendo el camino de una carretera de pendiente suave y muy bien construida en cuanto a pavimentación, partimos desde Estanques. A pesar de la cercanía entre ambas poblaciones, las innumerables vistas que ofrece el Valle del Chama pacifican el alma.
La tierra, algo seca y tostada, permite el crecimiento de una vegetación xerófila muy particular, en donde destacan los cactus, las tunas, las pitas y los cujíes. Pero a medida que avanzamos en el camino, vamos viendo como empiezan a aparecer los verdes matorrales. Al final del ascenso, la vía se vuelve más ancha transformándose en una pequeña avenida completamente plana. Se llega a una redoma en donde la vía se bifurca en dos: si continuamos en línea recta arribamos a Chiguará, si se tuerce a la izquierda llegaremos al Parque Xerófilo. Inmediatamente, al pararnos en esta redoma y volver la mirada hacia arriba, aparece el poblado pegado a la montaña, con sus viejas casas que ascienden en escalera unas sobre las otras buscando las alturas.
Una iglesia blanca se asoma por encima de las casas, entre los árboles frondosos que sombrean plaza, con su fachada orientada hacia el sur. Es una construcción reciente, muy sólida y robusta. Por dentro, la iglesia no sale de lo normal, pero es en sus exteriores, frente a las escalinatas, lo que capturó mi atención, la plaza Bolívar del pueblo es una de las pocas que cuenta con jardines floridos y no con coronas conmemorativas.
Chiguará posee muchas casas de genuina estirpe colonial, algunas de ellas cuentan con frondosos jardines interiores y pilas de agua que le da frescor a toda la casa, aún en las horas mas templadas. En la parte alta del poblado vemos muchas casas suspendidas como balcones, que tienen solares de árboles frutales de todos los tipos. Las puertas principales, las ventanas de balaustres de madera oscura, los tejados bien aparejados y los blancos muros muy encalados de las casas le dan un cierto aire de pueblo andaluz. En el poblado, caminamos por sus calles
retorcidas que ascienden siguiendo los caprichos de la topografía del recio paisaje. Chiguará es una muestra del esfuerzo de los hombres por habitar espacios en valles y montañas, sin destruir la naturaleza, creando una arquitectura propia. Algunas casas han sido objeto de cierto cuidado especial por parte de sus dueños, pero otras no pueden ocultar las heridas del tiempo en sus techos de madera carcomidos, muros agrietados y aleros que amenazan con caerse.
Uno de los principales atractivos de Chiguará es el parque Montaña de los Sueños, el cual se halla situado a la entrada del pueblo. El pueblo posee también varias posadas para los visitantes. En la que me tocó hospedarme la atención fue maravillosa, me agradó sobremanera la vista panorámica del pueblo que se observaba desde el balcón de la habitación.
Por ser entre semana, el pueblo lucía un poco desierto, es los fines de semana cuando presenta su mayor apogeo el turismo.
El Parque Xerófilo, que se encuentra a la entrada del pueblo, es muy parecido al pequeño jardín xerófilo de mi muy querida UNET.
Administrativamente, Chiguará es una parroquia del Municipio Sucre, con 7498 habitantes que se dedican, en su mayoría, a la agricultura.
En las zonas altas y páramos aledaños a Chiguará se encuentran tierras muy fértiles que sustentan una producción agropecuaria considerable. En las pequeñas fincas se cultiva café, fique, tomate, yuca y apio, que luego es transportado hasta los mercados de Mérida. El ganado de altura, de raza Holstein, para la producción lechera, pace tranquilamente entre los húmedos potreros y que, lamentablemente, está a punto de desaparecer en la región a causa de las políticas de gestión implantadas por el gobierno nacional.
En cuanto a la producción artesanal, no difiere mucho de los demás pueblos andinos, es más, me hace recordar a San Pedro del Río, su producción se limita a bolsos y sombreros con la fibra del fique. También se hacen las esteras de fibra extraída del tallo del plátano, las cuales si fueron motivo de mi curiosidad.
En fin, Chiguará es un destino frágil, que de contar con una buena publicidad y con un orden en la gestión de los recursos, fácilmente puede destacar como unos de los principales destinos turísticos en el estado Mérida.

Una de las calles que marcan el acceso al puebloUna toma del pueblo cerca de la iglesia
No merece mayor explicación
La plaza Bolívar desde la iglesia
La iglesia pero vista desde la parte posterior
En los límites del pueblo, esta es la zona más apartada
Bastante explícito está, pero no se dejen engañar, no es tan grande como se imaginan
Y esto si que es realmente único, un mamut de fique, mide dos metros de alto y está en las afueras del pueblo