La poca constancia que en estos últimos días he tenido se debe a que he estado bastante ocupado procesando una data correspondiente a la producción pecuaria de la zona y no me ha quedado casi tiempo para montar las notas por día; además, estos días recientes hemos estado estancados en el mismo municipio; antier y ayer, por lo menos, estuvimos en la parte baja del valle de Quíbor recorriendo Cuara, El Molino y Quíbor propiamente, esta última desde ayer.
El Molino es un caserío que se extiende a lo largo de la carretera entre Sanare y Quíbor, tiene unas excelentes vías de comunicación y como ha sido la constante en estos últimos días, tuvo la particularidad que en la mañana llovió un poco y en las tardes arreció el calor. No tiene grandes atractivos, pero su producción de caraotas hace que este pueblo sea una zona económica rentable, no así Cuara, la cual destaca más por sus artesanías que por cualquier otro producto de extracción; lo malo de Cuara es que por estar fuera de la vía principal de Quíbor, es poco conocida.
Quíbor por su parte se destaca por ser una ciudad pequeña con tradiciones y costumbres propias y bastante arraigadas en el acervo cultural de sus habitantes. La zona de acción de esta ciudad está también demarcada por el inicio del área de vegetación xerófila de Lara y como tal, ya la ganadería vacuna es mucho menor a la de otros lugares llegando a ser sustituida en algunas propiedades por las cabras y los chivos.
Esta ciudad siempre fue uno de los puntos de interés míos ya que había leído bastante de ella y de Carora como referentes del estado Lara. Su importancia radica en el turismo y es de este sector donde Quíbor le da al mundo sus mejores galas.
El casco urbano guarda muchísimos recuerdos ancestrales y coloniales y aunque la mayoría de ellos se han perdido en el modernismo, los que quedan dan testimonio de lo benévola que ha sido la naturaleza con los quiboreños. Muy llamativa es su catedral, inmaculada y blanca y con un campanario antigüísimo (lamentablemente no tuve información sobre la fecha de fundación de la misma).
Los alrededores de la catedral sobresalen por su pulcritud y por una plaza Bolívar no tan bonita como otras, pero muy engalanada con flores y árboles.
Algo llamativo de Quíbor es el parque recreacional El Señor de Los Aliños cuya entrada, al igual que en la ciudad, está representada por dos enormes múcuras (la de acceso a Quíbor no es una múcura, es una escultura donada por el Rotary Club local y se conoce como El Trípode, este se ubica en una redoma que integra a su vez un pequeño jardín xerófilo).
El parque es una de las fuentes de ingresos más importantes y causa gran admiración porque representa casi todas las historias de Quíbor y sus alrededores en un solo lugar. También sus instalaciones cuentan con un mercado de artesanías bastante concurrido donde se encuentran piezas de barro únicas e incluso esteras y hamacas de llamativos colores.
Culturalmente Quíbor, en su museo antropológico, nos muestra que estuvo poblada desde tiempos inmemoriales y que sus habitantes de siempre se han inclinado por la cerámica. Hay piezas de altísima calidad, sobresaliendo, como no, las figuras antropomórficas.
Quíbor no solamente cubrió mis expectativas, las superó. Lástima que por tiempo no nos podamos quedar más, después de todo, quién sabe si lo poco que pudimos disfrutar lo era todo o si guarda aún más tesoros. Yo por lo menos me fui con muy gratos recuerdos y como no, con varios souvenirs que me traerán siempre a la memoria esta tierra mágica.
Amanecer quiboreño
Redoma del Trípode
El Trípode
Quíbor
Plaza de Bolívar
Catedral de Quíbor
Granja de Los Ramírez, única ganadería de Quíbor
Mural del parque
Mural en el que figuran las armas y objetos bélicos de la conquista
Entrada al Señor de los Aliños
La tetera, El Señor de los Aliños
La Quelle, El Señor de los Aliños
Este si que es bien original, el Monumento a la Bicicleta, a primera vista pensé que era uan réplica de la torre Eiffel, pero al ver la cúspide me di cuenta realmente de lo que era.
Catedral de Quíbor
Otra de las calles quiboreñas
Hamacas en una de las tiendas de artesanías de El Señor de los Aliños
Figura antropomórfica del Museo Antropológico
Restos de aborígenes
Fémina fecundada del Antropológico de Quíbor
Parte de los atavíos corporales de los primeros habitantes de estas tierras
Mollas y vasijas de todas las denominaciones ocupaban parte del diario vivir de los quiboreños
Figura zoomorfa del Antropológico de Quíbor
Este es casi la misma imagen del hombre de fotos anteriores
Detalle de la iglesia de El Molino
Vista de la iglesia de Cuara